Actualmente costumbre olvidada, en otras épocas los pibes pasaban semanas acarreando un sinnúmero de elementos combustibles para armar una gran fogata, y el 29 llegaba el momento cúlmine: encender la fogata.
La fogata de San Pedro y San Pablo es un rito religioso y conserva ese carácter aun cuando quienes la preparan, la encienden y la disfrutan en esa noche mágica, ignoren lo que en ese día se conmemora y celebra.
Según
la creencia popular -de corte pagano- en estas noches mágicas se
produce la comunicación entre el mundo profano y el mundo sagrado. Desde
nuestra duración temporal, una transitoria brecha nos permite
comunicarnos con lo trascendente. Este hecho se manifiesta además en
humildes milagros: confraternizan ricos con pobres, se comparte la cena
con desconocidos, las niñas sueñan con quien ha de desposarlas, y las
viejas enseñan los ritos que curan el mal de ojo y el empacho, cuyo
poder efectivo sólo entonces puede transmitirse.
El sentido purificador atribuido al fuego, se mezcla con el rito estival (entre nosotros invernal) de la fogata de San Juan. Del mismo modo, para la misma época del año, el martirio de los santos Pedro y Pablo se confunde con las ordalías en que se quemaban presuntos cómplices del diablo. La muerte de los Apóstoles por crucifixión y decapitación se asocia de este modo, en el rito de la fogata, con el sacrificio en la hoguera. Así, en lo alto de la «fogarata» no suele faltar "el muñeco", una figura humana hecha al modo de los espantapájaros, que es quemado como expiación colectiva, o para rendir homenaje a mártires inocentes. Hasta suele atribuirse festivamente al muñeco, la identidad de algún vecino del barrio, como signo de popularidad (o a veces de agravio).
La ceremonia del encendido se vincula también con otros rituales aprendidos en las novelas o en el cine. Hordas de muchachitos disfrazados irrumpen por una calle lateral portando antorchas encendidas, rodean la pira y la encienden por todos sus costados. Después sigue la tertulia familiar: chicos y grandes rodean el fuego, encienden cohetes, bengalas y cañitas voladoras, y -a veces- asan comida en el fuego.
Esta fiesta pagana y religiosa, que ha perdido en los últimos tiempos su vigencia, era para muchos una tradición querida que enlaza con la sacralidad tan primitiva como auténtica del ritual del fuego; en definitiva, expresa el anhelo de trascendencia que -a veces sin sospecharlo- tenemos todos los hombres.
El sentido purificador atribuido al fuego, se mezcla con el rito estival (entre nosotros invernal) de la fogata de San Juan. Del mismo modo, para la misma época del año, el martirio de los santos Pedro y Pablo se confunde con las ordalías en que se quemaban presuntos cómplices del diablo. La muerte de los Apóstoles por crucifixión y decapitación se asocia de este modo, en el rito de la fogata, con el sacrificio en la hoguera. Así, en lo alto de la «fogarata» no suele faltar "el muñeco", una figura humana hecha al modo de los espantapájaros, que es quemado como expiación colectiva, o para rendir homenaje a mártires inocentes. Hasta suele atribuirse festivamente al muñeco, la identidad de algún vecino del barrio, como signo de popularidad (o a veces de agravio).
La ceremonia del encendido se vincula también con otros rituales aprendidos en las novelas o en el cine. Hordas de muchachitos disfrazados irrumpen por una calle lateral portando antorchas encendidas, rodean la pira y la encienden por todos sus costados. Después sigue la tertulia familiar: chicos y grandes rodean el fuego, encienden cohetes, bengalas y cañitas voladoras, y -a veces- asan comida en el fuego.
Esta fiesta pagana y religiosa, que ha perdido en los últimos tiempos su vigencia, era para muchos una tradición querida que enlaza con la sacralidad tan primitiva como auténtica del ritual del fuego; en definitiva, expresa el anhelo de trascendencia que -a veces sin sospecharlo- tenemos todos los hombres.
Para
los cristianos, el 29 de junio es la fiesta de San Pedro y San Pablo,
el primer Papa y el gran Apóstol de los Gentiles. Según la tradición,
ambos fueron ejecutados alrededor del año 67, por orden de Nerón. Pedro
fue crucificado cabeza abajo según su deseo, por considerarse indigno
morir como su maestro. Pablo fue conducido a Ostia, y allí fue
decapitado.
Basado en un artículo publicado en el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca
el 24 de junio de 2001,
firmado por el licenciado Conrado De Lucia,
ex profesor de Historia de las Religiones en el Instituto Superior "Juan XXIII"
el 24 de junio de 2001,
firmado por el licenciado Conrado De Lucia,
ex profesor de Historia de las Religiones en el Instituto Superior "Juan XXIII"
Volvamos a las fuentes..las fogatas de San Pedro y San Pablo
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