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viernes, 19 de octubre de 2012

He aprendido....


He aprendido que las despedidas no suponen más que la necesaria caída de una hoja seca del árbol de la vida. Hoja que cae para dejar paso a otra nueva y fresca hoja recién nacida.

He aprendido que las oportunidades no se pierden nunca: las que tú dejas marchar las aprovecha otro.


He aprendido que AMAR, DESEAR, RESPETAR, ADMIRAR Y QUERER no son pilares que han de sostener, a la vez, un hogar. Pero he aprendido que sí son los que quiero, al mismo tiempo, para crear mi propio hogar.


He aprendido que cuando siembras rencor y amargura la felicidad se va a otra parte.


He aprendido que, aunque las personas me amen, no han de sentir ni han de pensar como yo, ni tampoco han de comportarse como yo espero de ellas.


He aprendido que en el más selecto y austero de los recogimientos es donde clama más alto la voz del corazón.



He aprendido que necesitaría usar siempre palabras buenas porque mañana quizás me las tenga que tragar.



He aprendido que, aunque cumpla mil años, siempre seré el eterno y curioso niño con necesidad de continuar aprendiendo.


He aprendido que una sonrisa es el modo más económico y sano para mejorar mi aspecto y el de los demás.



He aprendido que no puedo elegir cómo me siento, aunque sí que puedo escoger, siempre, cómo vivir esos sentimientos.


He aprendido a decir que no, he aprendido a renunciar, he aprendido a sacrificar todo aquello que no me hace sentir más completo, por más que cueste y duela decirle adiós.



He aprendido que cuando un cachorro recién nacido se aferra a tu cuello, te tiene enganchado a la vida.



He aprendido que la muerte no es más que el último proceso vital y, como tal, ha de ser respetada, aceptada, enfrentada, recordada y asimilada.



He aprendido que todos queremos vivir en la cima de la montaña para ser los más felices del mundo cuando lo cierto es que la felicidad te acompaña a lo largo de todo el camino.


He aprendido que es condición indispensable mimar, comprender, conocer y desarrollar mi parte animal para, así, llegar a convertirme en un humano de pies a cabeza.



He aprendido a reconocerme en una puesta de sol, en un día de lluvia, en la sombra de un árbol, en el sonido del viento, en la sonrisa de un niño y en el olvido de una anciana.



He aprendido que se necesita gozar y aprender del viaje y no pensar sólo en alcanzar, cuanto antes, la meta deseada.


He aprendido que cuanto más me doy, más me tengo y que es indispensable traspasar la verja que levantamos -y nos hacen levantar- para salvaguardar nuestro jardín, si queremos ir más allá de lo que jamás pensamos.



He aprendido que es mejor dar consejos sólo en dos circunstancias: cuando son pedidos y cuando de ellos depende la vida de alguien.


He aprendido que los momentos que llenan el arcón de los mejores recuerdos son esos instantes insignificantes que no solemos subrayar en la agenda, ni escribir en el diario.



He aprendido que pedir perdón y reconocer mis errores me hace más fuerte y mejor persona.



He aprendido que, cuando menos lo espero, la vida me vuelve a sorprender escupiéndome al rostro que ¡me queda tanto por aprender!


He aprendido a exigirme sin tener que llegar a ser cruel conmigo mismo
.



He aprendido que siempre habrá personas por encima y por debajo de uno mismo, que no soy la mejor  persona ni la peor de todas y que, por tanto, valorarme en exceso o minusvalorarme son absurdas pérdidas de tiempo que sólo pueden arrastrarme hasta un enfermizo y erróneo desaliento.


He aprendido que, por más que intenten lo contrario, evitaré cambiar para ser del gusto de los demás: es a mí mismo a quien he de encantar.


He aprendido que cuanto menos tiempo derrocho más cosas hago y mejor y más lleno me siento.



He aprendido que quiero seguir aprendiendo.


Fuente: Desconocida

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